sábado, 31 de agosto de 2013

Buenas y malas son las cosas que le pasaron a Morón.

Ante los pronósticos de cambiar el esquema, porque se jugaba de visitante y era un  clásico; Mario Grana propuso el mismo dibujo táctico y en ese primer período el desarrollo del partido le dio la razón: porque Migliardi  no tuvo exigencias; los tres del fondo estaban atentos y expeditivos (incluso haciéndole zona a "Gomito" Gómez); el mediocampo controlado con el tándem Granero/Parentini, ahí faltaba completar la serie ideal de los dos alas (Sánchez y Barbieri) la función era clara, divida en tres segmentos: 1) despliegue para ser las barreras de sus respectivas bandas (derecha e izquierda).2) rapidez para lanzarse al ataque y la 3) -que no termina de concretarse?- ese volumen de juego en la zona de gestación para producir la debida asociación con "Riquelmito" Martínez, este se logró hilvanar en las dos  jugadas favorables, producidas en los primeros escarceos (en una Cérica la desperdició en inmejorable posición y en la otra con esfuerzo/ dolorido Damián no pudo definir de la mejor forma), la tercera sería la vencida-aunque fuera de pelota parada-(21') y para Gerardo Martínez  le espetara  a D. Akerman "déjame que la cuelgo" y el rebelde de Moreno la puso en el ángulo izquierdo de Tauber, ahí donde solo laburan las arañas. Hasta irse los protagonistas al descanso, la visita justificaba su victoria parcial, si Gerardo hubiera embocado otro tiro libre sobre el final del período, nadie se hubiese asombrado (una de las cosas buenas que le pasa al fútbol profesional del CDM).
Después (en el complemento) vinieron las cosas malas que le pasan al fútbol profesional del CDM: no salió al campo Akerman, el 9 dejó su lugar al 17, que en otra desgraciada tarde, volvió a repetir vicios similares a su período inicial con el "Gato" (no aguanta la bocha, corre con displicencia, se superpone con su compañero en ataque, parece que no existieran los piques al vacío u otras herramientas válidas y productivas); con el correr del juego sin aire(G. Martínez) se produjo el segundo cambio (también determinado por un tema físico), el 10 le dejó su lugar a Esteban González, entró el "pelado" como para adueñarse del mediocampo y  generar juego fluído, desconcertantemente se empezó a desinflar; casi de inmediato se apeló  a la última variante reglamentaria (14 Ferreyra por el 8 Sánchez-otro que pedía pulmotor-). De ahí en más ese retraso de la escuadra del "Gallo" sumado al empuje obligado del local (apoyado por 11000 almas), lo puso a la visita en un papel de "partenaire", aunque en la mente del "puñado" de Gallos, que fuimos hasta Mataderos flotaba la idea, se saboreaba la miel del triunfo en un escenario enrarecido. También había que asumir que se tenía un hombre de más (expulsado Lanaro por doble acrílico amarillo). A pesar de esa carta a favor; se aguantaba, se fruncía, el trío de la zaga se reforzaba con Granero (como marcador) y Ferreyra (acelerado, también estaba colaborando atrás y cuando podía se mandaba al ataque); quedaba Parentini sin compañía, dependía el "Gallito" de alguna contra y a las imprecisiones de los dos relevos "frescos", le quedaba solo la velocidad y la gambeta aislada de M. Barbieri, tampoco Cérica aportaba, porque  cansado, arrastraba sus pies-un ejemplo claro fue la posibilidad enorme que desperdició elevando la pelota sobre el travesaño-iban 45'. Paradójicamente Chicago que estuvo cerca de convertir por lo menos en cinco oportunidades, logró su cometido (empatar) en el mismísimo final del encuentro, en la úuuuuultima jugada del cuarto minuto adicionado por Lamolina. Con seguridad más de uno de todos los que amamos al Gallito de Morón antes de ir a la CABA no veíamos mal un empate, pero después de haber estado tan cerca de concretar la victoria el dulce de leche se agrió en demasía y volvimos hurgando en las cenizas de los recuerdos de los clásicos jugados entre Chicago vs. Morón. Este fue un 1x1 que no será tan recordado, ni por ellos ni por nosotros.
El sábado se escribe la sexta página de este mediocre fútbol de Primera "B", será en nuestro coqueto reducto vs. Villa Dálmine de Campana.
Raúl Lucero.

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