lunes, 21 de junio de 2010

EL ESPOLON EN SUDAFRICA VI



20 de junio de 2010 – Cape Town

P.I.L.

Johannesburgo sigue haciéndose la interesante y confieso que esa situación me inquieta un poco. Pasan los días y no puedo sacar una conclusión sobre esta ciudad tan extraña. Escuché hace un tiempo por la radio, que es una urbe anti-mochileros. Debe ser eso lo que me mata. El mochilero o trotamundo es un tipo que agarra un mapa de cualquier lugar del mundo, lo estudia un poquito, se toma un bondi y al rato anda navegando por las venas. Si se aburre, habla con un sereno o con un croto de por ahí y ya tiene una historia. Johannesburgo es como una energía que anula los radares y uno queda como un murciélago rebotando contra las paredes. De hecho, los mapas para GPS, están desactualizados y cualquier valiente que se anime a alquilar un auto (sorteando todas las contras de manejar en este país), anda perdido por las autopistas como una valija por la cinta del aeropuerto.
Hasta ahora, no sé si yo seré un burro, o esta ciudad es un gran agujero negro con algunos satélites como Sandton City, que es un shopping enorme, o algún otro guetto comercial, todo cercado, con restaurantes y alguna movida nocturna, y todo lo demás es peligroso y por lo tanto, no solo está vedado por el riesgo que significa animársele, sino también porque, como ya lo conté antes, no hay transporte público.
Todo lo que se puede hacer es mediante una excursión armada. Con un tipo sonriente esperando a la salida del hotel, otro llevándote en la combi, otro guiándote el camino, y otro esperándote para emprender la vuelta, a la hora señalada. Hasta ahora no hubo tiempo, y no exagero, para una vuelta manzana en soledad, es más, confieso que no he pisado una vereda o algo que no esté cercado y tenga un cartel de Coca Cola sobre la entrada.
Obviamente, nos trajo acá la fiesta del fútbol mundial, y para eso estamos, con eso basta, esto no es una queja, jamás en mi vida dejaré de agradecer a Dios este regalo, pero todo eso inevitablemente se siente después de varios días.
Soweto, el barrio de Mandela, el corazón negro de Sudáfrica, parece ser mala palabra si uno cavila un minuto sobre la posibilidad de visitarlo por las suyas. De repente nos miramos las caras y nos decimos ¿pero qué hay en Soweto? ¿está el demonio? ¿el humo negro? ¿hay sicarios en cada esquina apuntándole a los blancos? Nos golpeamos la cabeza contra la pared para ver si sale una idea y decimos, no puede ser. Y por si esto está inflado, le preguntamos a algún otro y te dice: “mmm ¿Soweto? yo solo no iría ni loco”. Amigos, hemos estado en Río, bajando del bondinho en la puerta de las favelas, rodeados de todos los personajes de La ciudad de Dios; en Santiago de Chile hemos caído en un departamento tomado por Pakistaníes tirabombas; nomás hemos andado por terminales y estaciones roñosas en provincias pobres de Argentina, con unas caripelas que hacían asustar al mismísimo cuco, y parece que eso era Walt Disney al lado de Johannesburgo. Déjenme de joder. Esto es una denuncia ¿qué nos pasa a los Sudafricanos, estamos locos? Vamos a terminar haciendo una excursión a Soweto, fotografiando negros desde el bondi como si fuesen monos de zoológico, pero parece que son las reglas del juego o hay algo que a mí todavía nadie me explicó.

Hoy a las cuatro y media de la mañana nos levantamos y a las nueve y media habíamos cruzado todo Sudáfrica para estar en Ciudad del Cabo, otro mundo, otro país. Todo organizado, todo preparado para el turista, todo hermoso, el sol, el mar, el verde. Un lujo que por un lado relaja y por otro, da cierta cosita. Hicimos un city tour, comimos bichos marítimos y visitamos pingüinos. A esta ciudad no le pongo fichas para que salga alguna historia para contar, será un pequeño relax hasta que mañana a la noche estemos otra vez en la urbe indescifrable, buscando alguna sierra para cortar las cadenas.
Bafana, Bafana!

Gerardo César Augusto Simonet -corresponsal en Sudáfrica del Espolón del Gallo-.

No hay comentarios: