sábado, 12 de junio de 2010

EL ESPOLON EN SUDAFRICA IV


Sábado 12 de junio de 2010 – Argentina vs. Nigeria
Otro mundial

Gente querida, podría intentar hablar de fútbol, del partido en sí, pero me viene a la mente que lo vimos todos y cada uno hará su análisis sobre si faltó contundencia o si la defensa tiene fisuras que pueden traer dolores de cabeza en el futuro.
Se imaginarán que como la mayoría, siempre vi lejana y difícil la posibilidad de estar en un mundial. La suerte quiso que esté hoy en Sudáfrica y me viene a la mente intentar transmitir cierta sensación.
Lo que se vive acá es increíble, pero hay algo de exilio. Creo que somos iguales los de acá y los de allá.
Los que vinimos tenemos el palpar con nuestras manos la maravilla del evento mayor sobre la faz de la tierra, ver lo que pasa en la calle, sentir esa vibración internacional única, percibir con nuestros sentidos la cultura de un país (ni hablar de la buena vida que nos estamos pasando, por la módica suma de veinte pesos), pero hay algo que no tenemos y ustedes sí, y eso nos iguala. En Sudáfrica somos uno más. La televisión solo habla del mundial, pero muy de vez en cuando aparece durante un minuto la cara de Messi o Maradona. Además la televisión habla en inglés. No están ni Sergio Gendler ni Fantino, ni Telenoche ni ningún canal estirando durante tres días la menor nimiedad que pase en la Universidad de Pretoria, hablando sobre si había lonas o si abrieron las puertas del entrenamiento.
Allá por el noventa escuchaba ese temazo “Una estate italiana”, lo pasaban mil veces por día y yo tenía la sensación de que en las calles de Italia había unos parlantes gigantes donde a los que ahí estaban, les pasaba lo mismo pero mil veces aumentado. Yo desde que estoy acá, aunque no lo crean, escuché solo unas pocas veces la canción esa del “give me freedom, give me fire”. Entre los miles de argentinos que andamos por acá nos saludamos, nos abrazamos, pero algo falta, queremos tener a nuestro lado a esos con los que tantas alegrías y tristezas mundialistas compartimos.
Todos lo sabemos, el mundial no es solo la pelota, es mucho más que eso. El abrazo, la previa, los amigos, la familia, los reencuentros, las excusas para volver a verse en mucho tiempo; el mirarse a los ojos con el que va por la vereda de enfrente y sin hablar, saber que en la cabeza está lo mismo.
Un poco de nostalgia pega. Créanme que tiene un lado extraño esto. No me quejo. Es lindo haber estado de ambas orillas, tener la experiencia, pero hoy yo extrañé a todos esos, me pregunté adonde estarían, imaginé las caras y el sufrimiento ante algunas jugadas que nos hicieron temblar el arco.
Hay una energía que hace levitar, esa Argentina entera concentrada en el Ellis Park, a la misma hora, se siente y debe tener algo parecido, pero en positivo (y perdón la exageración) a cuando Cristo sintió sobre sus espaldas el peso de los pecados de los hombres. La mente trabaja mucho, la sangre se acelera y uno es capaz, como hoy yo, de hacer cosas que jamás hubiera pensado, como pintarse la cara de celeste y blanco (y evoco cierto episodio en una fiscalía de San Isidro, para entendidos).
Por otra parte, se pierde un poco cierta cosa heroica que tiene el mundial visto por la tele. Hay un misticismo, una sensación de fantasía, de que eso no sucede en el plano humano, sino en el de las almas. Cuando uno los ve de cerca, como hoy nosotros, se da cuenta de que esos once son los mismos que subieron al avión en la Argentina, que antes salieron de sus casas, saludados por sus madres y sus hijos. Se advierte que cuando le pegan a la pelota, y pese a las cornetas, se siente ese ruido shuck a pasto que oíamos en la liga mercedina cuando había quince personas; que cuando la cámara no los enfoca, hacen cosas de hombres como echar una sopleteada de moco al césped o sonreírse entre ellos frente a algún detalle imperceptible.
Esto se me está haciendo largo. Tengo tantas imágenes que cuesta elegir qué contar. Hubo pequeñas bizarreadas como el abrazo con algunos personajes artífices de la triste derrota ante Colombia por cinco a cero, que estaban cerca nuestro en la tribuna, cuyos nombres no diré, desafiando a que alguno se atreva a descifrar sus nombres en la foto de abajo. También un puñado de choluleadas que nos divirtieron mucho, pero ya no tienen lugar en esta crónica.
Mañana nos vamos al Parque Kruger, a convivir con leones, jirafas y elefantes hasta el miércoles. Si hay internet en el medio de la selva, ahí estaremos viéndonos, sino, nos veremos el jueves otra vez con el corazón latiendo celeste y blanco.
Abrazos

Gerardo César Augusto Simonet -Corresponsal del Espolón del gallo en Sudáfrica-

1 comentario:

La 94 Sport dijo...

Gerardo: Gracias por las vivencias. Desde lo priodístico, brillantes. Desde lo humano,muy emotivas. Has logrado que estos lectores hinchas del gallo estemos colgados de las costuras de tu ropa, mirando el mundial por medio de tus relatos.Que haya más. Un fuerte abrazo. Andrés Martos